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20 de junio – Día de la Bandera

El 20 de junio se conmemora el Día de la Bandera en homenaje a su creador, Manuel Belgrano, quien falleció ese mismo día en 1820. Belgrano fue abogado, economista, periodista, político, militar y, sobre todo, uno de los héroes más destacados e importantes de nuestro país.

La bandera argentina es el símbolo patrio más antiguo que tenemos y fue izada por primera vez en 1812, a orillas del Río Paraná, durante la gesta por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

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17 de Junio – Paso a la Inmortalidad del General Martín Miguel de Güemes

El líder salteño se había puesto al hombro la defensa de la frontera norte casi en soledad. Los porteños recelaban de su liderazgo y de sus intenciones políticas. El 17 de junio se conmemora el día en que murió rodeado de sus gauchos.

Martín Miguel de Güemes, de 36 años, estaba ese 7 de junio de 1821 en la ciudad de Salta con una escolta de cincuenta hombres. Fue a la casa de su hermana Macacha, en Balcarce y España. Allí estaban su cuñado Dionisio Puch, el coronel Jorge Vidt, jefe de su estado mayor, y Martín Otero, uno de sus lugartenientes.

Por el coronel Ángel Mariano Zerda, un salteño de 29 años jefe de su vanguardia, ya sabía que por las serranías de Lesser y Los Yacones, unos 400 infantes liderados por el coronel José María Valdés, que había sido comisionado por el general Pedro Antonio Olañeta, habían entrado en la provincia para intentar una nueva invasión. Paralelamente, Olañeta con 1.000 hombres iría por la quebrada de Humahuaca hacia Jujuy, esperando la buena nueva de Valdés cuando se hiciera dueño de Salta.

Valdés era un valenciano que de joven se había radicado en Salta. Por su carácter un tanto impulsivo él mismo se había puesto el apodo de El Babarucho. Se ganaba la vida como tropero y contrabandista, por eso conocía caminos inaccesibles y senderos ocultos. Si bien se las arregló para acercarse a la ciudad ocultándose de día para que no delatase el brillo de las armas, esto finalmente ocurrió.

Macacha Güemes, la hermana del líder salteño, fue una pieza clave en la vida política y militar de su hermano.

Valdés se había mantenido oculto en la sierra de los Yacones y en la noche del 7 de junio entró en silencio en la ciudad y se quedó en la plaza principal. En toda historia hay un traidor. El comerciante Mariano Benítez fue quien le pasó el dato de que Güemes estaba en la ciudad. Entonces se preparó una encerrona para el hombre al que los españoles debían derrotar sí o sí si querían hacerse fuertes en la frontera norte.

El líder gaucho había nacido en Salta el 8 de febrero de 1785, en el seno de una familia de muy buena posición económica. Su padre Gabriel de Güemes Montero era español y su mamá María Magdalena Goyechea y la Corte, una jujeña que se había casado quinceañera.

Durante la primera invasión inglesa, el Justina, un buque de 26 cañones se ocupaba de bombardear a la ciudad. El 12 de agosto de 1806 por la mañana, Santiago de Liniers ordenó neutralizarlo. Al mando de un pelotón de Húsares, un joven de 21 años lo obligó a rendirse, aprovechando que una bajante de las aguas lo mantenía inmovilizado. Fue así como un barco inglés fue tomado por un grupo de jinetes. Ese joven era el salteño Martín Miguel de Güemes, quien en su corta vida se transformaría en el adalid de la guerra gaucha.

Cuando estalló la revolución de Mayo, le habían dado la misión de patrullar la quebrada de Humahuaca. Fue ascendido a capitán al considerarlo “un oficial infatigable”. Tuvo un papel determinante en la victoria patriota en Suipacha el 7 de noviembre de 1810, aunque curiosamente no fue mencionado en el parte de batalla, posiblemente por haber insistido en perseguir a los españoles y terminar con ellos, cosa que no se hizo.

La relación con San Martín y Belgrano

Como Güemes convivía con una mujer casada y, aparentemente, vivían junto al esposo que decía que el salteño lo había amenazado de muerte si denunciaba la situación, fue acusado por Manuel Belgrano de llevar una vida licenciosa y enviado a Buenos Aires. En la ciudad conoció a José de San Martín, y ambos armarían una dupla perfecta; con Belgrano también terminarían como grandes amigos.

Cuando San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte, lo reconoció como General en jefe y lo puso a cargo de las avanzadas del Río Pasaje. El 29 de marzo de 1814 fue llamado “benemérito” por San Martín cuando derrotó a los realistas en la ciudad de Salta.

Tuvo a maltraer a los españoles comandados por Joaquín de la Pezuela, a quienes atacó en distintos puntos en las provincias de Salta y Jujuy. El Directorio lo ascendió a coronel graduado del Ejército y jefe militar en Tucumán y Tarija.

Al mando de sus gauchos, “los infernales” como se los conocía, el 14 de Abril de 1815 derrotó a la vanguardia del ejército enemigo en Puesto del Marqués. Tuvo serios enfrentamientos con José Rondeau, jefe del Ejército del Norte, a raíz de los cuales Güemes se fue con sus gauchos, pasó por Jujuy, donde se apoderó de valioso armamento. Rondeau lo declaró “traidor”, pero los hechos se precipitaron vertiginosamente. El director Carlos María de Alvear había caído por la sublevación de Fontezuelas y Güemes tenía otros planes: derrocar al gobierno conservador de Salta. Para ello, contaba con la colaboración de su hermano Juan Manuel, funcionario del cabildo local, que movió los hilos para que el 6 de Mayo de 1815 el cabildo local lo nombrase “Gobernador de la Intendencia de Salta”. Era un extenso territorio que abarcaba las actuales provincias de Salta y Jujuy, y Tarija.

Su hermana María Magdalena Dámasa, familiarmente apodada como Macacha le presentó a María del Carmen Puch y Velarde, una chica de 18 años, rubia, de ojos azules. Se casaron el 15 de julio en la Catedral de Salta y tuvieron tres hijos: Martín (que llegaría a gobernador), Luis e Ignacio.

Vivió la guerra a la par de su marido; lo asistió y acompañó hasta que la llegada de los hijos se lo permitieron. Cambiaba regularmente de residencia, porque se rumoreaba de un plan español para secuestrarla y así doblegar a su marido.

Por su rebeldía, Rondeau lo declaró “reo de Estado” y el cabildo de Jujuy desconoció su autoridad. Terminaría llegando un acuerdo con el jefe porteño, que se conocería como el “Pacto de los Cerrillos”.

Apoyó decididamente el Congreso que se reunió en Tucumán en 1816. “¿Cuándo llegará el día en que veamos reunido nuestro Congreso compuesto de sabios y virtuosos que formen una Constitución libre, dicten sabias leyes y terminen con las diferencias de las provincias?”, escribió.

Güemes buscaba apoyo financiero. Esperó infructuosamente, la ayuda monetaria que su amigo el director Pueyrredón le había prometido para mantener un ejército que ya superaban los 5.000 hombres. El jefe salteño continuaba haciendo frente a los continuos intentos españoles por adentrarse en el territorio. Ya se había ganado el mote de “intrépido Güemes”.

En medio del anárquico año 20, San Martín lo designó General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. El salteño, preocupado por procurarse de fondos, les había solicitado a las damas jujeñas que colaborasen en la confección de ropas para sus soldados. En esa tarea también colaboró Macacha, quien convirtió su casa en un taller, en la que vivía con su marido Román Tejada Sánchez. Para Macacha, coser fue lo más simple que hizo, ya que participó en arriesgadas misiones de espionaje en favor de su hermano.

No perdía de vista el panorama nacional, pero la disgregación interna lo distraía de la tarea en la que estaba en plena sintonía con San Martín. A la par que le proponía a Bustos celebrar un Congreso General para ordenar al país y coordinar las acciones militares, y terminar con los enfrentamientos entre las provincias, el 24 de mayo de 1821 miembros del Cabildo intentaron derrocarlo como gobernador, pero, ante la aclamación popular, los golpistas huyeron; algunos no tuvieron ningún empacho en refugiarse en el cuartel general de los españoles.

El fin

A la medianoche de ese 7 de junio, Güemes despachó a un mensajero que debía sí o sí atravesar la plaza.Al llegar fue sorprendido por un “quién vive” y cuando respondió “la Patria” recibió una descarga a quemarropa.

Los disparos fueron escuchados por Güemes, quien creyó que se estaba desencadenando una revolución y fue a ver qué era lo que ocurría. Al llegar a una bocacalle le preguntaron “quién vive” y comprendiendo lo que ocurría, respondió “la Patria” y escapó al galope, mientras le efectuaban, sin suerte, una descarga.

Tal vez quiso ir a la casa de su madre, por eso tomó la calle de la Amargura. Al llegar al viejo puente de piedra que cruzaba el Tagarete de Tineo (tagaretes eran los canales que pasaban por la ciudad) en la esquina de Balcarce y Belgrano se topó con un grupo de fusileros del rey y los enfrentó con los pocos hombres que lo acompañaban, ya que algunos habían caído y otros habían sido hecho prisioneros.

En otra esquina volvieron a preguntarle el santo y seña y, sable en mano, saltó con su caballo sobre dos hileras de soldados, armados con fusiles y bayoneta calada.

Una primera descarga no lo alcanzó pero en la segunda un proyectil ingresó por su cadera derecha y se alojó en su ingle.

Tendido sobre el pescuezo del caballo para no caerse de la silla, galopó en la oscuridad. Al cruzar el río Arias, se encontró con una de sus partidas: “Vengo herido”, les dijo.

Lo bajaron del caballo, armaron una camilla con ramas y ponchos y por el camino de El Chamical, a unas cuatro leguas al sudeste de la ciudad, fueron hasta su finca en La Cruz. Pero como sus hombres consideraron que no era un lugar seguro, decidieron internarse en las sierras y quedarse en la Quebrada de la Horqueta.

Hasta allí fueron llegando paisanos de distintos puntos de la provincia, a medida de que se enteraban sobre lo que había ocurrido. Sabía que se moría, por eso fue despidiéndose de todos, haciéndoles prometer que debían seguir la lucha contra los españoles.

El padre Francisco Fernández fue el que lo reconfortó espiritualmente en sus últimos momentos.

Olañeta, que estaba en Jujuy, se enteró de que estaba herido y le envió emisarios. Estos ofrecieron abrirle camino a Buenos Aires para que pudiera ser atendido por los mejores médicos, a cambio de su rendición.

El salteño, tendido en un catre que había armado Mateo Ríos, hizo llamar al coronel Jorge Enrique Vidt, jefe de su estado mayor. En presencia de los emisarios españoles, le ordenó que marchase con sus fuerzas a poner sitio a la capital, haciéndole jurar que continuaría la lucha hasta que no quedase en la tierra un solo argentino o un solo español.

Luego se dirigió a los españoles. “Diga a su jefe que agradezco sus ofrecimientos sin aceptarlos: está usted despachado”.

José Redhead, el médico que había atendido a Manuel Belgrano y que era amigo de Güemes, obtuvo el permiso de los españoles para ir a asistirlo, a quien ya le había adelantado que cualquier herida que recibiera sería mortal, ya que se suponía que sufría de hemofilia.

Pero los intentos tanto de Redhead, como su colega Castellanos, fueron inútiles. Según la tradición oral de la familia Güemes, sus últimas palabras fueron para su esposa Carmen Puch. “Mi Carmen no tardará en seguirme; morirá de mi muerte así como vivió de mi vida”.

Falleció el 17 de junio de 1821 y fue sepultado al día siguiente en la capilla de El Chamical. En 1822 sus restos fueron trasladados a la vieja Catedral, por 1877 al panteón familiar en el Cementerio de la Santa Cruz y finalmente en 1918 a la Catedral de Salta, en el Panteón de las Glorias del Norte.

La historia tardó en reconocer su labor en el norte. Cuando murió, en Buenos Aires un diario anunció que “había un cacique menos”. Sería a comienzos del siglo veinte cuando la figura y la trayectoria del único general muerto en batalla por las guerras de la independencia fue revalorizada.

La tradición popular cuenta que su esposa Carmen, al enterarse de la muerte de su marido, al que seguiría la de su enfermizo pequeño hijo Luis, se encerró en su habitación, se cortó sus cabellos y dejó de comer. Tenía 25 años cuando falleció el 3 de abril de 1822. La Carmencita había seguido los pasos de su amado Güemes, hasta a la misma muerte.

En cada aniversario de su fallecimiento, al pie del cerro San Bernardo, donde se levanta el monumento que lo recuerda, se baila, se canta y se cuentan historias sobre su vida de novela.

marcelino

6 DE JUNIO DE 2025
SOLEMNIDAD DE SAN MARCELINO CHAMPAGNAT

MENSAJE DEL H. ERNESTO SÁNCHEZ BARBA, SUPERIOR GENERAL

CON MARCELINO, MARISTAS EN ESPERANZA

Queridos Maristas de Champagnat:
Nos alegra mucho celebrar el 6 de junio la fiesta de nuestro Fundador, San Marcelino Champagnat. Reconocemos en su vida el gran testimonio que vivió, siguiendo a Jesús, como María, y transmitiendo el amor de Jesús a los niños y
jóvenes, en especial a los más necesitados.


Año jubilar: peregrinos de esperanza
La vida de San Marcelino nos anima a ser “peregrinos de esperanza”, como se nos ha invitado durante este Año
jubilar de nuestra Iglesia. El Papa Francisco nos decía en el documento «Spes non confundit», «la esperanza no
defrauda»: “El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la
esperanza en Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación”. (n. 25). Recordemos que la esperanza va unida con la fe y la caridad.

Nos ilumina la vida de Champagnat, quien vivió con profunda espiritualidad, con excelente vida fraterna y con gran entrega en la misión. Él escuchaba la voz del Espíritu y realizaba las intuiciones que sentía en su corazón de parte de Dios. En su vida ordinaria, caminaba hacia adelante, incluso en medio de algunos momentos difíciles o de críticas que recibía. La esperanza no está basada en el optimismo, sino en la fe, y nos ayuda a asumir los límites. Cuando se nos presentan situaciones complejas, nada fáciles de enfrentar o de atender, la esperanza nos anima a confiar en que hay algo más adelante que vendrá bajo la luz del Espíritu. De ahí la importancia de movernos cada día como testigos de fe, esperanza y caridad, compartiendo, caminando juntos y ayudándonos unos a otros.

Podemos preguntarnos:
¿Cómo sentimos personalmente la llamada a ser peregrinos de esperanza? ¿Qué situaciones me frenan y no me ayudan a vivir la esperanza? ¿Qué aspectos de la vida de San Marcelino nos dan luz para ser testigos de esperanza?

Cercanía con el Papa
El Papa Francisco, que convocó el presente Año jubilar, ha partido a la Casa del Padre un día después de la celebración del Domingo de Resurrección de Cristo. Ese domingo nos dio, en la Plaza de San Pedro, la bendición “Urbi et Orbi” a todo el mundo. El domingo 27 de abril, primer día que se podía visitar su tumba dentro de la Basílica de Santa María la Mayor, pude ir a orar y participar en una Eucaristía. Al ver la sencillez de su tumba, me hizo recordar muchas palabras y experiencias que recibimos del Papa Francisco durante su servicio papal. En los últimos años nos insistió en la importancia de ser una Iglesia sinodal, donde nos escuchamos entre todos para percibir juntos la voz del Espíritu.
Durante la Conferencia general, en marzo de 2022, con los Provinciales y Superiores de Distrito, tuvimos una Audiencia privada con el Papa Francisco, quien nos recordó: “San Marcelino Champagnat supo ‘mirar más allá’, y supo enseñar a los jóvenes a ‘mirar más allá’, a abrirse a Dios, a los horizontes del amor según el Evangelio. Se guió por el ejemplo de la Virgen María, la Buena Madre”. Sabemos que, desde el cielo, el Papa Francisco nos sigue acompañando y animando.

El nuevo Papa, Leon XIV, elegido el 8 de mayo de este año, dieciocho días después del fallecimiento del Papa Francisco, inició su saludo diciéndonos “¡La paz esté con todos ustedes!”.
El domingo, 18 de mayo, algunos hermanos de la Casa general pudimos estar en la Plaza de San Pedro participando en la Eucaristía del inicio oficial de su ministerio, donde nos dijo en su homilía: “Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia”. Ha mostrado su sencillez y su cercanía con todos, como hermano, y nos motiva a seguir caminando juntos, a la luz de Dios, en este mundo en el que vivimos. Con relación al ministerio papal, en nuestras Constituciones se nos dice: “Como Marcelino
Champagnat, amamos y respetamos profundamente al Papa, a quien, por obediencia, reconocemos como nuestra suprema autoridad. Manifestamos nuestra fe y cooperamos en la unidad del Cuerpo de Cristo esforzándonos por vivir de acuerdo con el magisterio de la Iglesia”. (Const. 9). Estamos invitados a caminar juntos, como peregrinos de esperanza, viviendo un liderazgo servicial y profético en los diversos niveles que nos corresponde.

Podemos reflexionar y preguntarnos, a la luz de la vida de Champagnat:
¿Cómo realizamos el camino sinodal en nuestra comunidad y en nuestro centro de misión marista? ¿Cómo nos conectamos cada vez mejor, los Maristas de Champagnat, como Familia Marista Global? ¿Cómo nos relacionamos con las Parroquias, Diócesis y con otras Congregaciones religiosas?

Celebramos 200 años de Notre-Dame de l’Hermitage

El Año jubilar, coincide con el Bicentenario de la inauguración de nuestra casa madre, NotreDame de l’Hermitage. Una casa en la que Marcelino y los primeros hermanos ayudaron en la construcción y, hasta nuestros días, continúa siendo un lugar que favorece nuestra fraternidad, espiritualidad y misión. El trabajo que realizaron durante varios meses
para construir la casa, cortando la roca, favoreció la fraternidad, la espiritualidad y el amor al trabajo. En años recientes se renovó la casa de N.D. de l’Hermitage, manteniendo los aspectos originales importantes y creando situaciones prácticas para el uso actual de tantos Maristas de Champagnat que pasan ahí varios días a lo largo de cada año. San
Marcelino tuvo la capacidad de “mirar más allá” cuando propuso la construcción de nuestra Casa madre.
En esta celebración del bicentenario de N.D. de l’Hermitage, he sugerido que busquemos crear un “nuevo Hermitage” en cada una de las comunidades y fraternidades que vivimos, así como en todas las obras maristas que tenemos actualmente.

Este es el lema del próximo Capítulo general, que tendrá lugar en Filipinas en septiembre de este año: “Hermitage 200: Hogar para todos, río de Vida”. La invitación es a que abramos nuestras puertas y ventanas, personalmente y en cada lugar, para dejar entrar al Espíritu y seamos capaces de formar un hogar para todos. Esto lo vivió nuestro Fundador, San Marcelino Champagnat y estamos llamados a continuar su sueño en el presente y en el futuro.
En el XXIII Capítulo general vamos a reflexionar, orar, dialogar y discernir juntos las llamadas que Dios nos da para responder mejor, como Maristas de Champagnat, en el presente y en el futuro. Nuestra vida y misión siguen siendo importantes en la actualidad, para ser testigos del amor de Jesús, darlo a conocer y hacerlo amar a los niños y jóvenes, particularmente a los más necesitados.

Podemos preguntarnos:

¿Cómo vivimos la escucha del Espíritu en nuestra espiritualidad, fraternidad y misión? ¿Cómo vamos logrando que nuestra comunidad y obra marista sean un hogar para todos? ¿Qué aspectos de San Marcelino nos inspiran y animan actualmente?

CONCLUSIÓN

Caminamos adelante, animados y acompañados por María, Nuestra Buena Madre. Ella fue capaz de vivir la fe, esperanza y caridad, en la vida diaria y también en los momentos difíciles. Durante la Anunciación, María fue capaz de creer en lo que parecía imposible, porque sabía que venía de Dios. Por eso respondió: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Como Maristas, estamos invitados a vivir y testimoniar la inspiración de María, como la vivió San Marcelino Champagnat. También en este año 2025, se celebrará la beatificación del H. Lycarion (Benjamin May), quien nació en Suiza, se encontraba en Barcelona y, durante la semana trágica fue martirizado como educador católico. Agradecemos a Dios el testimonio de nuestro hermano y nos alegra
que se le beatificará. Que esto también nos anime como Maristas en Esperanza.
¡Vivamos con alegría y esperanza esta fiesta de nuestro Fundador!

Fraternalmente,